El impacto de los influencers en la desinformación: relaciones parasociales y la alfabetización mediática como solución
Una encuesta revela que muchos creadores de contenido no verifican la información que comparten. Aprende cómo esta problemática afecta la credibilidad en la era digital y qué se puede hacer al respecto.
Por Paulette Delgado febrero 6, 2025
muchas personas ven a los influencers o celebridades como amigos cercanos, a esto se le conoce como relaciones parasociales.
Aunque estas conexiones pueden ser algo positivo, la realidad es que también ocasiona que las personas confíen en ellos sin antes cuestionar si lo que dicen o están anunciando es verdad o no.
La organización Save the Children realizó una encuesta a 3315 adolescentes de a partir de 14 años en España donde mencionan que “el 63 % de los adolescentes andaluces utiliza las redes sociales como un medio fundamental para acceder a la información, únicamente por detrás de la familia y las amistades (74 %) y por delante de otros medios de comunicación como la televisión (61 %), la prensa online (34 %), la radio o la prensa en papel (7 % y 4 % respectivamente).”
Un punto interesante de su encuesta es que un 12 % de los adolescentes encuestados considera a los creadores de contenido como siempre una fuente confiable de información, pero este número asciende a un 71 % cuando consideran que son confiables en ciertas situaciones. Curiosamente, son los chicos (22 %) que consideran a los influencers como fuentes confiables frente a las chicas (6 %).
Por otro lado, según una investigación a influencers sobre la credibilidad de la información que comparten en sus perfiles, los resultados solo demuestran que no se les puede ver como una fuente confiable de información. La UNESCO describe esta encuesta, la cual contó con 500 influencers de 45 países, como “el primer análisis global de las motivaciones y prácticas de los creadores de contenido digital y de los desafíos a los que se enfrentan”.

Imagen Naciones Unidas
Detrás de cómo estos influencers deciden qué es confiable para compartir, el 62 % de los encuestados confirmaron a la UNESCO que “tienen dificultades para evaluar la credibilidad de la información que encuentran en línea”. El 42 % de los encuestados contestaron que si la publicación que están pensando en compartir en sus perfiles tiene un gran número de likes o “me gustan” y de compartidos, es algo de confianza. Otro 21 % basa en qué tan confiable es una información si es compartida por algún conocido o amigo, mientras que un 19 % toma en consideración la reputación del autor u organización que creó el contenido. También el informe concluyó que los creadores generalmente no utilizan fuentes oficiales al momento de compartir información; la fuente más común fue la “experiencia/encuentro personal”, seguida por la investigación de los propios creadores o las conversaciones con personas conocedoras del tema, finalmente, las fuentes de noticias tradicionales y no tradicionales ocuparon el tercer lugar.
El problema con esto es que, si cada seis de cada diez creadores de contenidos no verifican la información que publican, ¿lo saben sus seguidores? ¿Acaso ellos hacen la tarea de revisar si lo que están recibiendo es verdad? ¿O solo le creen a los influencers por la conexión que creen tener con ellos?
Manipulando la información: el caso de los influencers de la salud
Aunque muchas veces la desinformación proviene de personas bien intencionadas, contribuye al engaño en línea y a los desafíos en la rendición de cuentas en las redes sociales. Parte del problema es que estas se difunden más rápidamente que los datos reales porque combinan elementos de verdad con narrativas cargadas de emociones.
Una tendencia preocupante es la de los influencers que están distorsionando la información para crear confusión en sus seguidores, así su público se siente inseguro y no sabe en quién confiar. Por ejemplo, varios creadores de contenido relacionados con la salud satanizan a ciertos productos o ingredientes para vender suplementos o productos.

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Para la organización FoodFacts.org, que se dedica a combatir la desinformación por medio de información creíble y respaldada por la ciencia de la industria alimentaria, la rápida propagación de información falsa o manipulada “puede dañar la confianza, distorsionar las opciones de los consumidores e incluso perjudicar las relaciones de salud a largo plazo”. En esta publicación de FoodFacts se menciona que un ejemplo muy común en el área de influencers de la salud es exagerar propiedades saludables, como las de un té desintoxicante, como algo que “cura enfermedades” o una dieta que promete una rápida pérdida de peso y, por otro lado, culpan a las grandes farmacéuticas para debilitar la confianza pública en la ciencia, pero fortalecer la confianza en ellos y en los productos que promueven. Muchos influencers se autoproclaman “expertos en salud” sin tener los estudios o cualificaciones para serlos y presentan contenidos como “educativos” sin antes ser verificados por fuentes confiables.
Para el medio The Conversation, medio confiable, editar noticias y análisis basados en investigaciones, las redes sociales no están hechas para informar. De acuerdo con Nir Eisikovits, las redes sociales están diseñadas “para captar la atención del consumidor en beneficio de los anunciantes”. Con ligeras variaciones, ese es el modelo de negocio de todas las plataformas.
Los temores sobre TikTok apuntan a un problema mayor: la escasa alfabetización mediática en la era de las redes sociales.
De acuerdo con Eisikovits “las publicaciones controvertidas que generan sentimientos fuertes literalmente captan la atención de los usuarios, mantienen su mirada por más tiempo y brindan a los anunciantes mejores oportunidades de monetizar la participación”. Hay una diferencia importante entre consumir activamente información seria y bien analizada y ser manipulada para pasar el mayor tiempo posible en una plataforma. Esto es aún más obvio en el caso de los creadores de contenido de salud, dicen cosas controversiales sobre ciertos alimentos para crear más enganche y que la gente se quede más tiempo viendo sus videos.
¿Cómo se puede contrarrestar esta problemática? Con alfabetización mediática
Las investigaciones sugieren que solo se podrá aliviar este problema inculcando hábitos de alfabetización mediática y tecnológica desde una edad temprana. Esto implica enseñar a los jóvenes cómo las empresas ganan dinero de redes sociales, cómo los algoritmos dan forma a lo que ven en sus teléfonos y cómo los diferentes tipos de contenido los afectan psicológicamente.
En el pasado, en el Observatorio, hemos escrito sobre cómo la alfabetización mediática es una herramienta esencial para navegar de manera segura por el Internet y evitar la desinformación. En ese artículo se mencionan cinco pasos básicos para interactuar con las noticias: acceder, analizar, evaluar, crear, y actuar.
Además de enseñarle a los cibernautas sobre la importancia de la alfabetización mediática, es importante también hacerlo a los creadores de contenido, ya que muchas veces la desinformación viene de parte de ellos. Además, con lo normalizado que son las relaciones parasociales, muchos no cuestionan si lo que comparte su influencer favorito es verdad o no, lo ve como confiable.
Viendo la cantidad de creadores de contenido que no verifica las noticias que comparte, UNESCO y el Centro Knight para el Periodismo en las Américas (EE. UU.) se unieron para impartir un curso de un mes de duración enfocada en esta problemática.
Su objetivo principal es preparar a estas celebridades para hacer frente a la desinformación y el discurso de odio y proporcionarles una base sólida sobre las normas mundiales de derechos humanos en materia de libertad de expresión e información. El contenido impartido fue creado por expertos en alfabetización mediática y líderes de todo el mundo.
Este curso se realizó durante finales del 2024 y lo siguieron 9000 personas de más de 160 países. Durante este, los estudiantes aprendieron sobre cómo buscar información utilizando diversas fuentes, evaluar y verificar la calidad de información, ser transparentes sobre sus fuentes, identificar, desacreditar y denunciar información errónea, y acercarlos a periodistas y medios tradicionales para difundir información basada en hechos.
Esto va más allá de solo enseñarles la mejor manera de informar, también se les enseñó las herramientas que tienen a su alcance, como denunciar discursos de odio, algo que un tercio comentó haber sufrido anteriormente e ignorarlo porque no sabían que podían denunciarlo. Además, muchos desconocen las leyes sobre la libertad de expresión de su país, o qué regulaciones existen, si deben informar a los usuarios si sus publicaciones están patrocinadas o no, como ocurre en Estados Unidos y el Reino Unido.
Sobre el curso, Adeline Hulin, especialista en alfabetización mediática de la UNESCO, dijo que algunos influencers estaban sorprendidos de que su trabajo pudiera ser visto como periodismo informativo. La realidad es que muchos creadores de contenidos no están familiarizados con las prácticas periodistas; estos necesitan comprender el impacto que tienen, especialmente si se considera que una cuarta parte de los 500 creadores encuestados tiene cerca de cien mil seguidores.
La lucha contra la desinformación no se trata solo de verificar los hechos y tampoco debería ser solamente de los consumidores del contenido; los influencers también deberían responsabilizarse e informar mejor a sus seguidores, fomentando el pensamiento crítico y priorizando la información basada en la evidencia.
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