Ciencia, raza y nazismo
Los orígenes del nacionalsocialismo , cien años después de Mein Kampf
«Nuestra biografía no podemos corregirla con posterioridad, sino que debemos vivir en ella. Sin embargo, a nosotros mismos sí que podemos corregirlos». Esta frase de Reiner Kunze encabeza un testimonio sobrecogedor: el de Traudl Junge, jovencísima secretaria de Adolf Hitler desde diciembre de 1942 hasta el suicidio del dictador el 30 de abril de 1945. En su libro Bis zur letzten Stunde (publicado en catalán por Península como Hasta el último momento ) , Junge narra cómo accedió al círculo íntimo de un hombre que –de eso sólo después se habría convertido en consciente– había iniciado actos monstruosos, por encima de cualquier medida conocida de inhumanidad.
Esta afirmación puede aplicarse a la historia de las sociedades. Pero para corregirse es necesario enterarse de lo que ha sucedido y sucede. Un creciente estado de opinión está haciendo de los países occidentales el escenario de un estribillo de las tesis ideológicas fascistas. Así se ha sustanciado en la Reassemble National en Francia o en el Alternative für Deutschland en Alemania, en la PVV en Países Bajos, en la FPÖ en Austria o en VOX y SALF en el Estado español. Pese a sus diferencias, estos partidos señalan a la inmigración como chivo expiatorio; rechazan la perspectiva macro respecto a los problemas ecológicos o de las políticas comunes de defensa, para tentar imposibles marcos autárquicos; tejen alianzas donde interlocutores como Donald Trump y Javier Milei, portavoces de inquietantes pulsiones antidemocráticas, ocupan puestos de privilegio.
Ciencia, raza y nazismo
Dos citas electorales han mostrado este año la pujanza de la ultraderecha. El 9 de junio, los comicios europeos pusieron de manifiesto su crecida. El 1 de septiembre, en las elecciones regionales de Turingia y Sajonia, la llama extremista alcanzó niveles inéditos de la Segunda Guerra Mundial; esto fue suficientemente llamativo entre las personas menores de 25 años, el 38% de las cuales apoyó. Se proporcionan combustible problemas endémicos como el acceso a la vivienda, las condiciones sangrientas del trabajo agrícola o la erosión de los servicios públicos. Se mezcla el papel que juegan las noticias falsas –difundidas sin cesar en las redes sociales– en la percepción de asuntos sensibles como la inmigración. Varias de estas variables se reflejan en las corrientes de opinión que encaramaron al nazismo. En 2025 se cumple un siglo de su manifiesto, Mi lucha ( Mein Kampf ). Menos de una década después de su publicación, la visión de Hitler se había convertido en una estremecedora realidad.
Los presentes artículos hacen un destello en las raíces ideológicas del nacionalsocialismo. El sitio central lo merecen sus conexiones con la ciencia natural, instrumentalizada y deformada al servicio de la doctrina pseudocientífica de la raza. Othmar Plöckinger (Salzburgo) desgrana los desarrollos de los paradigmas científicos del siglo XIX y de principios del XX que tejen el trasfondo de los planteamientos raciales nazis. Barbara Zehnpfennig (Passau/Berlín) averigua el lugar sistemático de un autor que ejerció influjo directo en la configuración de la forma mentios de Hitler. Herlinde Pauer-Studer (Viena) expone su perspectiva de las fuentes literarias, antropológicas y científicas que proporcionaron argumentos a las tesis raciales nacionalsocialistas. Y en mi artículo, abordo la pretendida conexión entre las tesis nazis y los planteamientos de Charles R. Darwin, poniendo de manifiesto sus falacias implícitas.
A caballo entre Alemania, España y Austria –donde Anschluss llevó la biología hacia un inesperado liderazgo intelectual–, la cuestión hace pensar mucho. Permite desplegar uno de los trasfondos posibles del monográfico que Mètode dedicó en 2019 a la colaboración de los científicos con el nacionalsocialismo: « Ciencia y nazismo ».
No podemos corregir nuestra biografía; en cambio, a nosotros mismos sí que podemos corregirlos. Es necesario renovar la conciencia de nuestro pasado para contribuir a un futuro en libertad y paz. Ojalá estas páginas puedan apoyarlo: es una tarea que debe venir siempre reanudada, en cada generación.
Ciencia y nazismo
La inconfiesa colaboración de los científicos con el nacionalsocialismo
Con demasiada frecuencia se trivializa el nazismo como un movimiento dirigido por varios iluminados y desequilibrados. Han contribuido de forma muy notoria películas y series televisivas (cuando no cómics o videojuegos), en las que se ha mostrado el nacionalsocialismo como un grupo de perturbados, a un punto del histrionismo más alocado. Sin embargo, el revisionismo historiográfico de los últimos años ha evidenciado que detrás de éste estaba el mundo universitario alemán (y austríaco), y que bajo la aparente arbitrariedad con la que se conducían las acciones había unos cimientos de cariz filosófico y científico de primera magnitud. Conceptos como Lebensraum (“espacio vital”), Weltanschauung (“cosmovisión”), Entartung (“degeneración”) o Heimat (“identidad”) fueron profusamente trabajados por la academia alemana, para crear un corpus teórico, sólido y aparentemente científico, que legitimara la política nazi.
En este monográfico «Ciencia y nazismo» se ha buscado precisamente mostrar ese nivel de implicación del mundo universitario germánico con los postulados nazis. De la lectura de los artículos se deduce cómo científicos de gran renombre participaron en las políticas del Tercer Reich, plenamente integrados en el ideario nazi, que significaron la muerte y desplazamiento de millones de personas. Esta participación activa, en muchas ocasiones incluso entusiasta, debe motivar una reflexión de mayor profundidad para averiguar cómo mentes formadas, y de una valía científica excepcional, fueron abducidas por los postulados del nazismo. Unos hechos que deberían ponernos alerta ante el resurgimiento de movimientos totalitarios y ultraderechistas en el mundo, y así redoblar esfuerzos para combatirlos desde el primer momento.