UNA NUEVA CIUDAD
Autopistas de 14 carriles y un mar de bloques iguales: por qué futuros barrios de Madrid “parecen la URSS”
“Las ordenanzas que nos encontramos los planificadores siguen modelos de los años 70”, explica la urbanista Irene Lorite
“Trabajamos para mejorar el espacio público, pero la base no se puede tocar”, sostiene el Ayuntamiento de Madrid
Los Ahijones es, junto a Valdecarros, Los Berrocales, El Cañaveral y Los Cerros, el futuro de Madrid. Juntos, los cuatro nuevos barrios —El Cañaveral está muy avanzado y registra más de 12.000 personas empadronadas— sumarán 134.000 viviendas, más de las que tienen capitales de provincia como Huelva, Salamanca o Castellón. Sin embargo, sus diseños son del pasado: además de autopistas divisorias incluyen calles anchísimas y una sucesión de manzanas cerradas que indican que la ciudad repetirá los errores, reconocidos por el propio Ayuntamiento, de los PAU (Programas de Actuación Urbanística) de los años 90: Montecarmelo, Las Tablas, Sanchinarro y el Ensanche de Vallecas, entre otros.
“Es una oportunidad perdida. Y no va a haber más”, lamenta el arquitecto Carlos Lamela, autor de reconocidos edificios tanto en España como en el extranjero. “Con los cuatro PAU del sureste se acaba el suelo de Madrid. A ver qué les dejas a las generaciones venideras: tendrás que construir rascacielos en mitad de las calles. No habrá más remedio”. Lamela critica que todos los desarrollos sean iguales, como si de ciudades soviéticas se tratara. “Es lo que pasó en Seseña. Pero si pones viviendas asequibles el mercado lo compra, aunque luego tenga los problemas de la baja densidad”.
La Estrategia del Este, el nombre que recibe esta macroperación, aparece definida en el Plan General de Ordenación Urbana de 1997 que se redactó en los años noventa. Entre los arquitectos dedicados al urbanismo madrileño se conoce a la Gran Vía del Sureste como Avenida Luis Rodríguez Avial en referencia al redactor jefe del Plan, uno de los urbanistas de cabecera del PP en los 90 y 2000. Ya desde su concepción había quien consideraba que era demasiado grande. Veinticinco años después no solo no se ha rediseñado, sino que es una realidad. El trozo que pasa por el Ensanche de Vallecas, ya urbanizado, refleja dicha sobredimensión.
Paradójicamente, al tiempo que el Gobierno actual celebra el desbloqueo de estos nuevos desarrollos lanza una consulta ciudadana sobre cómo arreglar los anteriores PAU. La nota de prensa municipal admite los desaciertos de entonces —”dimensionamiento amplio de las vías principales destinadas a los coches”, “gran distancia entre edificios” y “un espacio urbano definido por una edificación homogénea, con escasez de puntos de referencia, lo que dificulta la orientación”—. Entonces, ¿por qué Madrid sigue creciendo con barrios mastodónticos?
¿Tendrán que hacer los Gobiernos de las próximas décadas nuevas consultas ciudadanas para arreglarlo? Y sobre todo, ¿quién ha decidido que la ciudad del futuro sea así?
No hay una respuesta única, pero sí varios factores que condicionan el diseño de los nuevos barrios. Por un lado, el Plan General, que marca pautas como el ancho de las calles. “Las ordenanzas que nos encontramos los planificadores siguen modelos de los años 70, cuando se promovían grandes avenidas porque se veían como un avance social”, dice la arquitecta y urbanista Irene Lorite, del estudio Arnaiz. Los inicios de este “urbanismo anodino” hay que buscarlos, dice Lorite, en la Carta de Atenas, un manifiesto urbanístico publicado en 1942 por Le Corbusier, cuyas ideas influyeron en la planificación de las ciudades tras la Segunda Guerra Mundial. Por otro, la fórmula de planificación del suelo: totalmente privada.
“Ha habido tres generaciones de planes: los de finales de los 80, como Madrid Sur (la zona de la Asamblea) y Valdebernardo, que eran de iniciativa pública. Los PAU de los 90, que empezaron teniendo diseños públicos pero se modificaron cuando llegó el PP al Gobierno y pasaron a ser de iniciativa privada. Y los del sureste, donde no hay ni rastro de iniciativa pública”, añade el arquitecto y urbanista Álvaro Ardura, profesor de la ETSAM. “Se constituyen las juntas de compensación [asociaciones de propietarios del suelo], que eligen a su arquitecto y mandan. El Ayuntamiento impone unos mínimos pero no planifica. Que todo lo decida un privado da estos resultados. Madrid Sur no ha hecho falta rehabilitarlo. Los nuevos nacen mal de inicio y estamos repitiendo los mismos errores, si no agravados”.
“Nueva ciudad de promoción privada”
Abel Enguita es arquitecto, profesor de Urbanismo en la ETSAM y autor del primer diseño de Los Berrocales. “Empecé en 1999”, explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. “Redacté una propuesta por encargo de la asociación de propietarios de terrenos. Cuando lanzamos el primer folleto lo llamamos ‘Nueva ciudad de promoción privada’. Era una verdadera ciudad de 22.000 viviendas. Luego entraron otros dos arquitectos y se aprobó el plan en 2004. Desde entonces ha habido una serie de altos y bajos. Durante el Gobierno de Manuela Carmena se intentó reducir la escala, hubo una serie de recursos… Y al final se volvió a la dimensión original. La propuesta básica de 1999 se mantiene”.
Para Enguita, el diseño en forma de retícula y la escala (el tamaño de las calles con respecto a la altura de los edificios) “no son anticuados”. Cuenta que una vez encargó a sus alumnos un ejercicio de cómo remodelar Las Tablas y Sanchinarro partiendo de la base de que las calles eran demasiado anchas y que “para nuestra sorpresa, los residentes no tenían nada que objetar. Otra cosa era si tenían los equipamientos y comercios adecuados. Pero es que se ha visto que la fórmula tradicional de viviendas y locales comerciales no se puede mantener. La nueva sociedad pide centros comerciales. En Los Berrocales habrá un par de calles comerciales y el resto serán tranquilas”.
Una de las críticas que se le hacen a los PAU es que su enorme tamaño y baja densidad impiden el desarrollo del pequeño comercio y provocan un alta dependencia del coche. “Si aceptamos que Los Berrocales es una ciudad, debe tener el sistema de transporte público de una ciudad”, añade el autor. Pero lo que se ha visto en desarrollos similares es que la baja densidad impide prestar un buen servicio de transporte público: las paradas quedan lejos de las casas y al no haber mucha gente concentrada no pueden ponerse frecuencias altas.
Ciudades cuadriculadas
Si algo llama la atención de cómo se desarrollarán los casi cuarenta millones de metros cuadrados del Sureste es la cuadrícula. “Es un diseño válido”, continúa Enguita. “Manhattan y Barcelona son una cuadrícula y no por ello son inhóspitas y poco acogedoras”.
Infografía de Los Berrocales
“La retícula no es moderna: los romanos ya la usaban. Es una forma eficiente de colonizar un territorio, una visión muy racional”, añade Lorite. Para los propietarios del suelo, es también la forma más rápida de dar salida a las parcelas, que venderán a promotores. “Lo primero que se hace en un planeamiento es la estructura de la propiedad. Hay propietarios con 200 metros cuadrados de suelo y otros con 10.000. Los pequeños terminan vendiendo a los grandes, porque el proceso es muy largo y desgastador. Al final terminas con treinta propietarios que son grandes empresas y piensan el suelo desde el punto de vista de explotarlo, no de habitarlo. Urbanizar una retícula es más rápido y barato. Así podrán vender su producto final antes”.
“Las juntas de compensación son un infierno de gobernanza interna. Suele haber peleas por quién se queda cada manzana. Si son diversificadas, a ver cómo las repartes: siempre habrá alguien que diga que una manzana es mejor que otra… Para una junta lo mejor es hacer un producto muy homogéneo, porque te quitas de problemas“, complementa Ardura. “Pero si solo primas criterios lucrativos estás fastidiado porque son muy simples. Al final tienes manzanas enormes para meter la piscina y el pádel, que es lo que vende más fácil. Y como las viviendas bajas venden más, no ponemos comercio: ponemos jardines para dentro, una valla y una sola entrada con guardia de seguridad. Eso para la vitalidad de la calle es desastroso. Aunque alguien quiera poner un comercio no podrá, porque no hay tránsito”.
La luz sobre varios edificios de El Cañaveral
Dependiendo del desarrollo y de quién mande en ese momento el Ayuntamiento puede meterse más o menos. “En el plan de Castellana [Madrid Nuevo Norte, otro de los grandes desarrollos venideros] de 2009 dimos muchísimas vueltas”, recuerda este arquitecto. “Era la época de Gallardón y había un director general que se implicó mucho porque entendía que era un ámbito muy importante para Madrid. Pero si la directriz política es dejar hacer a los privados, pues ancha es Castilla”. El criterio lucrativo tiene otras derivadas, como que las viviendas protegidas suelan situarse en los márgenes. “A veces los planificadores buscan la complicidad del Ayuntamiento para diversificar y que el cliente no obligue a colocar toda la VPO en el peor sitio”.
Barrios homogéneos
La homogeneidad, que el Consistorio reconoce como problemática, preocupa a los promotores de los nuevos desarrollos. La solución, indican los consultados, pasa por la mezcla de usos y de tipologías de vivienda para que no todos los edificios sean iguales. Algunos ejemplos: Hafencity en Hamburgo, Java Eiland en Ámsterdam o Canada Water en Londres. “Un territorio homogéneo es invivible“, continúa Ardura. “Parece la URSS. A veces le pedimos a los estudiantes que imaginen estos barrios volviendo de fiesta a su casa. Si todas son exactamente iguales, no sabes cuál es la tuya”. Curiosamente, el argumento de una popular película navideña soviética, ‘The Irony of Fate’, es ese: un hombre borracho termina en el apartamento equivocado de la ciudad equivocada porque todo es igual, hasta la cerradura.
/
“Yo estoy convencido de que Valdecarros será variado. Hemos hecho un diseño flexible para que el promotor pueda hacer manzanas abiertas o cerradas”, sostiene Luis Roca, presidente de la Junta de Compensación de Valdecarros. “Cada sector ha apostado por un diseño diferente. En Berrocales es todo manzana cerrada y alguna supermanzana. El Cañaveral apostó por el bloque. Y Ahijones es multitipológico“, agrega Muñárriz, el arquitecto de este último ámbito. “Las secciones de dentro son muy anchas y sería interesante aumentar bulevares y quitar carriles para coche, pero eso significa modificar el planeamiento. Nos costó veinte años llegar a tener un plan parcial, así que sería mal recibido”.
Noticias relacionadas
La lentitud de los trámites urbanísticos es el último motivo por el que el futuro Madrid será como se pensó en los 90. “El planeamiento de los nuevos desarrollos está aprobado desde hace más de una década. Lo que se ha hecho, por seguridad jurídica, es desbloquearlos para que empiecen a avanzar y llegar a acuerdos con las juntas de compensación para que fueran mejorados en su desarrollo”, explican desde el departamento de Urbanismo. “Trabajamos en una modificación del planeamiento de las nuevas fases, por ejemplo, de Los Berrocales y el parque central de El Cañaveral para dar respuesta a los requerimientos de la sociedad actual en cuanto a mejora del espacio público. Pero no se puede tocar la base“.
Con lo que les ha costado sacarlo adelante, ninguna Junta de Compensación aceptaría hoy rediseñar todo su plan parcial. “Tramitar y aprobar conlleva años y años. La gente dice: ‘virgencita, que me quede como estoy’“, resume Lamelas, que recomienda mirar a Vitoria como ejemplo de buen desarrollo moderno en España. “En el boom inmobiliario se cometió el desastre de planificar de golpe y porrazo, sin dedicarle mucho tiempo, y Madrid tiene todo cerrado desde hace años con parámetros anticuados e irracionales. Pues de aquellos polvos vienen estos lodos. Hay una parte de responsabilidad de la Administración y otra de falta de debate urbano e interés”.