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Una investigación mejora los modelos de predicción de radiación solar
Estudio de la UC3M y de la UJA
8/06/20
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Investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) y de la Universidad de Jaén (UJA) han publicado un estudio en el que desarrollan una combinación óptima de los modelos de predicción de radiación solar con lo que consiguen reducir entre un 25% y un 30% el error en los pronósticos a corto plazo (6 horas).
El proyecto de investigación se ha centrado en la mejora del pronóstico de la radiación solar en la Península Ibérica a corto plazo, en escalas de minutos a horas y días. En concreto, se analizaron cinco tipos de modelos distintos: basados en cámaras de nubes, en medidas, en imágenes satelitales, en predicción meteorológica y un híbrido de estos dos últimos. Para ello, se seleccionaron cuatro estaciones meteorológicas, situadas en Sevilla, Lisboa, Madrid y Jaén, como zonas representativas para la evaluación.
A lo largo de dos años, ambos grupos de investigación han dividido su trabajo en dos partes. Por un lado, el Grupo de Computación Evolutiva y Redes Neuronales (EVANNAI) de la UC3M, se ha centrado en aplicar técnicas de inteligencia artificial para seleccionar el mejor modelo o combinación de modelos para cada situación meteorológica, localización y horizonte temporal, así como para obtener intervalos de predicción para estimar la incertidumbre de las predicciones. Por otro lado, el grupo de Modelización de la Atmósfera y Radiación Solar (MATRAS) de la UJA se ha centrado en la elaboración y mejora de distintos métodos de predicción de la radiación solar, para lo que han utilizado distintas metodologías, como cámara de nubes, imágenes de satélite y modelos meteorológicos.
El resultado más impactante obtenido en la investigación es que la combinación óptima de los modelos rebaja la predicción de error en torno a un 30% respecto al mejor de los modelos en cada horizonte temporal. “Es la primera vez que se comparan cinco modelos independientes y gracias a la inteligencia artificial y al tratamiento matemático hemos logrado reducir el margen de error en cada horizonte de predicción, lo que supone un ahorro económico porque disminuye el coste de integración de la energía solar”, explica el coordinador del proyecto, David Pozo, catedrático de Física Aplicada de la UJA.
“El uso de la inteligencia artificial y, en particular, de técnicas de aprendizaje automático (machine learning) permiten integrar las predicciones de los diferentes modelos de manera automática y eficiente, siendo el propio modelo el encargado de proporcionar la mejor predicción para cada horizonte temporal. Además, el uso de técnicas de optimización evolutiva permiten cuantificar la incertidumbre existente para cada una de las predicciones. La incorporación de estas nuevas técnicas en el contexto de energías renovables ha permitido obtener importantes mejoras en la predicción respecto a las técnicas de partida”, explican los responsables del estudio en la UC3M, Inés M. Galván y Ricardo Aler, profesores titulares del Departamento de Informática.
Los investigadores han determinado el momento del horizonte temporal en el que cada modelo es más fiable, como por ejemplo ocurre con el uso de imágenes satélite durante las dos o tres primeras horas, o con la utilización del modelo numérico de predicción meteorológica a partir de la cuarta o quinta hora. Y, entre otras cosas, también han concluido que el pronóstico cerca de las zonas costeras es muy difícil incluso en el margen de una hora.
Parte del estudio ha sido publicado en dos artículos en la revista científica Solar Energy, y otra parte está en proceso de revisión en otras revistas. El proyecto ha contado con financiación del Ministerio de Economía y Competitividad, y la colaboración de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Lisboa y Abengoa Solar.
Referencias bibliográficas:
Rodríguez-Benítez, F. J., Arbizu-Barrena, C., Huertas-Tato, J., Aler-Mur, R., Galván-León, I., & Pozo-Vázquez, D. (2020). A short-term solar radiation forecasting system for the Iberian Peninsula. Part 1: Models description and performance assessment. Solar Energy, 195, 396-412.
Huertas-Tato, J., Aler, R., Galván, I. M., Rodríguez-Benítez, F. J., Arbizu-Barrena, C., & Pozo-Vázquez, D. (2020). A short-term solar radiation forecasting system for the Iberian Peninsula. Part 2: Model blending approaches based on machine learning. Solar Energy, 195, 685-696.
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El primer ensayo clínico con CRISPR en humanos, realizado en pacientes con cáncer, sugiere que la técnica es segura
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La técnica CRISPR de edición del genoma acaba de avanzar una casilla más en su camino para convertirse en una herramienta terapéutica. Los resultados del primer ensayo clínico en el que se utilizó CRISPR en humanos indican que la técnica es segura y su efecto duradero.
La edición del genoma mediante CRISPR es reciente. Apenas tiene ocho años. Sin embargo, su sencillez técnica y versatilidad atrajo rápidamente a la comunidad científica y en poco tiempo pasó a convertirse en la herramienta preferida para modificar el genoma en diferentes sistemas biológicos. Los resultados positivos obtenidos en modelos animales llevaron pronto a plantear su utilización en pacientes. Así, en 2016 se inició el primer ensayo clínico con CRISPR en humanos.
Los resultados de este ensayo, realizado en la Universidad de Sichuan, en China, se publicaron a finales de abril en Nature Medicine e indican que, si bien será necesario optimizar la técnica, CRISPR es segura para los pacientes y sus efectos se mantienen a largo plazo.
El primer ensayo clínico con CRISPR tenía como objetivo comprobar la seguridad y eficacia de esta técnica para modificar el ADN de linfocitos de pacientes con cáncer de pulmón avanzado. Concretamente, los investigadores pretendían mejorar la respuesta de los linfocitos frente al cáncer, a través de la inactivación del gen PDCD1, responsable de producir la proteína PD-1.
La edición del genoma se llevó a cabo en el laboratorio, fuera de los pacientes. Los investigadores extrajeron linfocitos T de los pacientes y utilizaron la herramienta CRISPR-Cas9 para inactivar de forma específica el gen PDCD1.A continuación, el equipo seleccionó los linfocitos modificados, los creció en laboratorio y los inoculó en pacientes.
De los 12 pacientes tratados con los linfocitos modificados, ninguno mostró efectos secundarios graves a largo plazo y las células modificadas pudieron ser detectadas en la sangre de los pacientes, al menos cuatro semanas después del tratamiento.
Los investigadores también analizaron el ADN de las células modificadas y encontraron cambios mínimos en algunos pacientes, cuyo efecto se desconoce. Esto es importante porque una de las principales preocupaciones de cualquier técnica de modificación del genoma es que introduzca cambios no deseados.
Los resultados del trabajo son compatibles con los de otros ensayos similares, cuyas conclusiones fueron publicadas antes, a pesar de haber comenzado más tarde. CRISPR parece ser seguro en humanos, pero hay que optimizar la herramienta para que también sea eficaz.
Los investigadores reconocen las limitaciones de la tecnología utilizada en el estudio y señalan que ensayos futuros deberían utilizar sistemas de edición del genoma más efectivos y novedosos. Algunos de los candidatos potenciales para estos ensayos serán las nuevas herramientas CRISPR que han surgido desde el inicio del ensayo clínico.
Referencia: Lu Y, et al. Safety and feasibility of CRISPR-edited T cells in patients with refractory non-small-cell lung cancer. Nat Med. 2020. Doi: https://doi.org/10.1038/s41591-020-0840-5
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Veintidos entidades científicas conservacionistas reivindican la necesidada de protección de los océanos en una carta abierta en la que piden a los gobiernos que protejan la vida humana y tomen medidas enfocadas a preservar este planeta.
Esta es la carta abierta remitida por los científicos:
Día Mundial de los Océanos
Carta abierta
Si algo hemos aprendido de la pandemia del Covid-19 es que todos estamos conectados entre sí y con la naturaleza. Y sin un mayor equilibrio y cooperación no podremos sobrevivir como especie.
El bienestar de la humanidad depende de nuestras acciones. Proteger el océano es una necesidad impulsada por la realidad de que la humanidad necesita un planeta sano que pueda mantener la vida, nuestros hogares, la salud, el sustento y la comida.
Muchos son los que debido a los estragos causados por el Covid-19 se han parado a pensar en cómo podemos reconstruir mejor, aprendiendo de la pandemia para lograr un mayor equilibrio y proteger los fundamentos que hacen que la vida en la Tierra sea posible.
Hacerlo es una necesidad.
No podemos permitirnos el lujo de tener que elegir entre una vía que deteriora a la naturaleza y otra que no. Si continuamos dañándole al ritmo que venimos haciéndolo, nuestro planeta no será capaz de mantener el bienestar humano, desde el empleo hasta la seguridad alimentaria y la salud.
Se nos ha dado una severa advertencia. Una vez que salgamos adelante y empecemos a reconstruir, necesitaremos hacerlo protegiendo los fundamentos en los que confía toda la humanidad… y en primer lugar esta el de un planeta capaz de mantener la vida humana.
Debemos presionar a los gobiernos para que abandonen las políticas ambientales que protegen a la industria, que privilegian la economía y el trabajo a corto plazo por encima de cualquier otra consideración. Nos lo presentarán como una elección – elegir a los humanos sobre la naturaleza – pero no es una elección real. Por el bien de la humanidad debemos conseguir el equilibrio con la naturaleza, una coexistencia que en última instancia nos permita prosperar como especie.
Para lograr ese equilibrio debemos tomar medidas ahora, de lo contrario lo sufriremos en carne propia enfrentándonos a cada vez más desastres globales. Pedimos a los gobiernos que protejan la vida humana y que tomen decisiones enfocadas a preservar este planeta.
Suscriben la carta:
Aida
Deep Sea Conservation Coalition
International Programme on the State of the Ocean
Turkish Marine Research Foundation
One Ocean
El coronavirus, el teletrabajo y el progreso de la civilización
Barcelona, 08 de junio de 2020
Jordi Colobrans Delgado
Profesor de OBS Business School, Tecnoantropólogo especialista en las relaciones entre tecnología, sociedad y cultura. Es Director de Livinglabing, colaborador de la Fundación i2CAT
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La crisis del coronavirus ha impulsado algo que la civilización ya hacía tiempo que había descubierto: el trabajo a distancia. El teletrabajo no lo ha inventado el coronavirus, lo propició la tecnología de la internet, y lo inventó hace más de 70 años. Sin embargo, el proceso de transformación digital es lento. Y es lento porque en los procesos de cambio intervienen tres perfiles en conflicto: los promotores, los escépticos y los detractores. Los primeros, los impulsan. Los segundos, miran y esperan. Y, los terceros, se resisten y oponen al cambio.
La situación de confinamiento derivada de la crisis sanitaria provocada por la presencia del COVID-19 ha actuado como un catalizador. De repente, no hemos tenido más remedio que adaptarnos a la situación de confinamiento y al trabajo desde casa. Pero, los ordenadores, las conexiones y las herramientas necesarias ya estaban allí. La sociedad digital, como sociedad del conocimiento, había hecho sus deberes. La sociedad estaba tecnológicamente preparada para el teletrabajo y para muchas otras actividades mediatizadas por la internet. Sin embargo, socialmente, faltaba un cambio de hábito para adoptar los modos digitales de trabajar. La crisis del coronavirus ha estimulado la adopción de las herramientas digitales. Ha estimulado este cambio social y cultural.
Las primeras semanas del confinamiento fueron duras para muchos trabajadores. Familiarizarse con las herramientas digitales ha requerido un sobresfuerzo a una gran parte de la población tanto para trabajar como para socializar a distancia. Sin embargo, unas semanas después, el trabajo en línea se ha normalizado. Los escépticos se han dado cuenta de que ellos también podían trabajar en línea. Los detractores, a regañadientes, han tenido que reconocer ciertas ventajas en el teletrabajo. La cuarentena ha surtido efecto. El trabajo en línea se ha convertido en una opción real para muchos trabajadores del conocimiento. La crisis del coronavirus ha impulsado la socialización de la sociedad digital. La sociedad ha dejado de dudar de las ventajas derivadas de los usos de Internet en el trabajo, en las administraciones, en la educación, en la comunidad y en la vida personal. Está adoptando las tecnologías digitales. Los ciudadanos digitales han pasado a ser mayoría.
¿Cómo quedará el trabajo y sus entornos? El trabajo presencial seguirá automatizándose y robotizándose como hace mucho tiempo lleva sucediendo mientras que el trabajo de las clases creativas seguirá evolucionando hacia formas más ágiles de cooperar y producir en línea. Si durante el confinamiento hemos podido constatar que el mundo puede seguir activo gracias a la electrónica y las telecomunicaciones, ¿por qué habría que hacer un paso atrás? Muchas empresas están descubriendo que el teletrabajo no es una mala opción. Se han dado cuenta de que pueden reducir sus espacios físicos y ampliar sus espacios virtuales. Están comprobando que esta opción es digital, social, cultural y económicamente interesante.
La cadena de cambios que esto provoca no es nada desdeñable. Afecta a la movilidad, a la comunicación, a la restauración, al hospedaje, a los espacios de trabajo, incluso al vestido y a la alimentación. La pantalla se instaura como el acceso a un mundo digital en el que ocurren cosas que cada vez tienen más sentido en nuestras vidas: el trabajo, el entretenimiento, la sociabilidad, la comunicación, la información, la creatividad… en línea. Es decir, todo aquello que conforma nuestro nuevo estilo de vida, el que poco a poco vamos adoptando para vivir en un orden digital del mundo, el que está construyendo nuestra civilización tecnológica.
El coronavirus ha llegado asustando a la raza humana con el miedo al contagio y la amenaza de la muerte. Los humanos hemos reaccionado con el aislamiento, la distancia social y el hábito de protegernos las manos y los orificios de respiración. La sociedad ha descubierto que las tecnologías digitales estaban ahí esperando a ser utilizadas socialmente. Y se ha acostumbrado a utilizarlas de una manera bastante definitiva. El mundo y la sociedad digital no es que haya llegado, sino que estaba aquí desde hace mucho. Lo que ha sucedido es que, con la crisis del coronavirus, se ha consolidado definitivamente. De repente se ha hecho «normal» vivir y trabajar a través de Internet, sus plataformas y sus aplicaciones.
La oficina va a estar allí donde tengamos un terminal y una conexión. Será en casa, será en un coworking o será en una oficina tradicional. El espacio va a ser lo de menos. En la sociedad digital y del conocimiento la persona conectada a Internet constituye una unidad tecnológica y social. Mi trabajo está donde estoy yo. Gracias a las telecomunicaciones, a las aplicaciones multimedia y a una mayor capacidad de computación de las máquinas el espacio físico cada vez importa menos. Si podemos hacer una videoconferencia con gente de cinco ciudades distintas y la reunió logra sus objetivos, ¿por qué la próxima vez tendríamos que reunirnos físicamente? Esto es el progreso.
Internet llegó para cambiar la vida de las personas, de las organizaciones, de las sociedades y del mundo entero. Ahora mismo estamos asistiendo al momento en el que los tecnoescépticos y los tecnófobos se están percatando de ello. Parece que, después de todo, vivir a través de la pantalla no es tan malo como parecía a algunos. ¿Quién podía imaginarse en los años 80, cuando estados como Japón y EE. UU. diseñaron sus primeros planes para fomentar lo que entonces llamábamos la sociedad de la información que, cincuenta años después, sería precisamente un virus el aliado más efectivo en el proceso de normalización de la transición social y digital? ¿Quién podía tan siquiera imaginar que un virus, al que se teme por lo que representa, ayudaría al progreso de la civilización?
OBS Business School es la 1ª Business School 100% online del mundo en recibir el rating de QS Stars, obteniendo además la máxima distinción, cinco QS Stars, en la categoría de Online Learning. Como resultado de una exhaustiva auditoría, la escuela ha recibido tres QS Stars pasando a formar parte del selecto TOP 10 de instituciones académicas reconocidas en España. Además, cuenta con cinco QS Stars en la categoría de Business Management Studies, cuatro QS Stars en Teaching y tres QS Stars en las categorías de Empleabilidad y de Inclusividad. Asimismo, la escuela ha obtenido este reconocimiento internacional de calidad en los siguientes programas: Máster en Innovación y Emprendimiento (cinco QS Star), Máster en Project Management (cuatro QS Stars) y Executive MBA (tres QS Stars).
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OBS Business School pertenece a Planeta Formación y Universidades, una red internacional que conecta 18 instituciones educativas propias en España, Francia, Norte de África e Italia. Entre sus instituciones se encuentran conocidas universidades, escuelas de negocios, escuelas superiores especializas, centros de formación profesional y formación continua que forman a más de 100.000 estudiantes anualmente de 150 nacionalidades a través de metodologías presenciales, semipresenciales y on-line. Planeta Formación y Universidades representa el compromiso del Grupo Planeta con la educación universitaria y la formación profesional y continúa. Una vocación al servicio de la sociedad que se traduce en la máxima conexión con la realidad del mercado laboral y los profesionales, actuales y futuros. www.planetaformacion.com
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El jurado del XV Premio Fundación Banco Sabadell a la Investigación Biomédica ha destacado la labor de la investigadora Guillermina López Bendito del Instituto de Neurociencias, centro mixto de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Este premio reconoce su trabajo para entender la formación y adaptación de las conexiones nerviosas durante el desarrollo del cerebro en condiciones normales y en modelos de privación sensorial. Su investigación puede inspirar el diseño de herramientas capaces de reparar conexiones neuronales defectuosas en pacientes con déficits sensoriales congénitos o adquiridos.
El premio, dotado con 50.000 euros, tiene como objetivo reconocer la trayectoria de jóvenes investigadores en el campo de la biomedicina y la salud que destacan por su excelencia y capacidad de innovación. La candidatura de Guillermina López Bendito ha sido elegida entre las 55 presentadas en esta edición de 2020, con perfiles de investigación básica, clínica y epidemiológica. El investigador Óscar Marín, del King’s College de Londres (Reino Unido), que ha presidido el jurado, subraya el trabajo de la investigadora por su originalidad e impacto en el campo de la neurobiología del desarrollo.
Guillermina López Bendito dirige desde 2007 el grupo de Desarrollo, Plasticidad y Regeneración de los Circuitos Talamocorticales, ubicado en el campus de Sant Joan d’Alacant de la UMH. En su laboratorio, estudian el desarrollo y la adaptación de las conexiones neuronales entre el tálamo y la corteza cerebral, las más importantes en el cerebro para el procesamiento de la información sensorial. Por ejemplo, aplican la reprogramación celular para recuperar neuronas visuales en animales ciegos.
A lo largo de su carrera, López Bendito ha publicado más de 50 trabajos en revistas científicas de gran impacto. También, ha recibido otros galardones como el premio Constantes y Vitales a la mejor publicación científica, el Premio Joseph Altman en Neurociencia del Desarrollo y el premio internacional IBRO-KEMALI a jóvenes investigadores.
Elche, 9 de junio de 2020
La vacuna del coronavirus
“La vacuna del coronavirus ya la teníamos, y nos la hemos cargado”
Entrevista al investigador del CSIC Fernando Valladares
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Fernando Valladares trabaja en el CSIC. Se licenció hace 30 años con premio extraordinario y se doctoró con el mismo galardón.
Su investigación aborda los impactos de los cambios climáticos en los ecosistemas terrestres, y durante la pandemia ha lanzado una serie de vídeos y artículos tremendamente llamativos, poco habituales en la prensa. Su punto de vista es macro: su premisa es que el virus es parte del ecosistema. Dice que el coronavirus puede ser el prólogo de lo que se nos viene encima si no cambiamos sustancialmente nuestra relación con la naturaleza.
Tengo la sensación de que en los últimos años se multiplican las enfermedades nuevas. El SARS, el MERS, el ébola, el zika… ¿Tenemos más información o realmente hay más brotes potencialmente peligrosos?
Hay más información y más capacidad para detectar patógenos, pero hay muchos más brotes de los que había hace 30 años. Tras esto, hay una combinación de factores. La degradación de los ecosistemas es uno fundamental: una fuente de problemas a muchas escalas. A esto hay que sumar la globalización, que hace que los patógenos viajen y contagien a una velocidad inédita. Ni la globalización es la misma ahora que hace 30 años, ni la población mundial es la misma ni el estado de la naturaleza es igual. Una zoonosis que entonces podía ser local deja de serlo a una velocidad brutal.
¿Qué es la zoonosis?
Una zoonosis es una infección humana que tiene origen en un animal, mediada por un patógeno que puede ser una bacteria, un virus, un hongo, etcétera. Si en una ciudad china se produce una zoonosis, como ha ocurrido, la globalización hace potencialmente incontrolable ese brote, a no ser que se tomen medidas drásticas a una velocidad de vértigo. A escala global, es muy difícil. El Gobierno del país en cuestión puede ocultarlo, reaccionar tarde… Hay muchos factores para que una zoonosis puntual tenga hoy consecuencias catastróficas a escala mundial.
¿Se sabe ya cuál ha sido el viaje del coronavirus desde el reino animal a nosotros?
Según la literatura científica, lo más probable hoy día es que el virus se haya originado en el murciélago. Allí ha estado mucho tiempo y ha podido evolucionar. El coronavirus específico que nos está afectando no es exactamente igual, ha mutado en otras especies animales intermedias. No se sabe exactamente cuántas y cuáles. Es una investigación tan apasionante como difícil, casi hay que cantar bingo, porque estudias el parentesco filogenético y te haces con una lista de sospechosos, pero luego has de dar con un ejemplar concreto que tenga el virus.
En este sentido, se habla del pangolín como ‘culpable’, pero me parece que se crea una imagen errónea, porque en esa ‘culpa’ sería fundamental la acción humana con esos animales. ¿Me equivoco?
No, claro que no. Es exactamente así. Primero, el que ha buscado el contacto con el animal no ha sido el animal. Segundo, en muchos de los casos, el animal es infeccioso porque lo hemos fastidiado.
¿El virus es parte del ecosistema?
Sí. Tenemos que insistir muchísimo en que virus y patógenos hay por todos lados. Hay en el ladrillo de la entrada de mi casa, en una explotación forestal, en nuestras mascotas. Nunca vamos a poder matarlos a todos: no podemos matar a todos los murciélagos, a todos los pangolines, a todas nuestras mascotas, ¡a los ladrillos! Los virus están ahí. Lo que importa es en qué cantidad, y si estamos aumentando las posibilidades de que patógenos nuevos, para los que nuestro sistema inmune no está preparado, de pronto entren en juego. Si no es este virus, habrá otros. La cuestión no es “muerto el perro se acabó la rabia”, porque vendrá otra cosa, y lo transportará el gato, o el ratón. Demonizando bichos no vamos a arreglar nada.
Podría sonar paradójico, pero ¿a más especies animales menos posibilidades de que un animal nos pase un virus?
Sí. Lo que necesitamos son muchos bichos. Es el cambio de paradigma en el que yo quiero insistir. Vemos las selvas y otros parajes naturales salvajes con un temor ancestral. Nos parecen muy peligrosos para la especie humana respecto de las enfermedades. Pueden serlo, desde luego: puedes pillar un patógeno raro allí, pero esto sería una circunstancia muy local. Sin embargo, este proceso empieza a ser peligroso para la humanidad cuando los contactos aumentan de forma masiva. No es lo mismo que vaya un pequeño grupo de investigadores a la selva que grupos de turistas en autobús. Todas estas actividades llevan consigo una degradación del hábitat. Si tienes que hacer una carretera para llegar, empiezas a perder especies en el camino. Y aquí es donde entran los mecanismos que yo comento: la biodiversidad, un sistema natural rico en especies, nos protege; su degradación nos amenaza.
¿Cómo nos protege la biodiversidad, exactamente?
Cuando hay muchas especies distintas, animales grandes y pequeños, carnívoros y herbívoros, mamíferos y reptiles, etc., se establecen relaciones de competencia, de depredador y presa, parasitismos, etcétera. Esta diversidad de interacciones hace que unas especies controlen a otras y regulen su población. Bien: ahora estamos en un escenario en el que no sabemos cuántos hospedadores hay para este virus.
Pero sí sabemos que, en un sistema rico en especies, ningún hospedador favorable para el virus va a sufrir una explosión demográfica, porque su población está controlada por las otras. En cambio, si desaparecen especies, se puede dar la mala casualidad de que empiece a aumentar demográficamente una especie que es portadora de un patógeno potencialmente malo para nosotros. De manera que el primer nivel en que nos protege la biodiversidad es este: grupos de especies que controlan grupos de especies en un equilibrio.
¿Es lo que usted llama “dilución de la carga vírica”?
Está relacionado, pero es distinto. Hay muchas especies potencialmente portadoras del virus, pero has de pensar que no en todas las especies el virus va igual de bien. En algunas, donde el virus va un poco peor, se produce un efecto cortafuegos. Esto se ha visto ya con evidencias. Siempre pongo el ejemplo de la enfermedad de Lyme, en este caso una bacteria, en la Costa Este de América del Norte. Esta enfermedad la transmiten las garrapatas, pero para ello tienen que estar un tiempo chupándole la sangre a algún mamífero. Entre los animales que tenían esta bacteria, y por tanto se la pasaban a la garrapata, que nos la pasaba a nosotros, estaban las zarigüeyas y los ratones. Pues bien: los ratones tienen una carga vírica muy alta, y las zarigüeyas muy baja.
Cuando la biodiversidad está repartida entre ratones y zarigüeyas, la carga patógena media en las garrapatas que parasitan ambas especies es más baja que cuando desaparecen las zarigüeyas porque nos hemos cargado su hábitat natural. Desde este momento, los ratones transmiten la enfermedad de Lyme de forma mucho más directa y efectiva. Ahí te has quedado sin ‘dilución de la carga vírica’, y estás ante un nuevo brote con alta incidencia en humanos.
¿Cómo afectan las condiciones sanitarias de un mercado, por ejemplo, en la capacidad de contagio de un animal que venden allí?
A los animales les pasa lo mismo que a nosotros. Si a ti te tienen metido en una jaula, te transportan 800 kilómetros y te dan de comer mal, y te hacinan, y te tienen así varios días hasta que por fin te venden para que te coman, tú has estado unos cuantos días estresado y tu sistema inmune baja, de manera que tu carga vírica sube. Esto no solo pasa con el coronavirus. Siempre pongo el ejemplo del herpes zóster: virus que tenemos y que, cuando el sistema inmune está bien, ni nos damos cuenta, pero en cuanto baja y aumenta nuestra carga vírica, se desarrollan los síntomas y nos convertimos en
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