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Con un nuevo gobierno, siempre se abre una esperanza entre los científicos españoles. ¿Será esta vez?, nos preguntamos. Luego, generalmente, los hechos vienen a desvanecer estas esperanzas iniciales.

En el campo de la ciencia y la innovación que tanta influencia tiene en nuestras sociedades, el tiempo presente muestra una evidente lucha feroz entre la potencia tradicional, EEUU, y la emergente, China, por hacerse con el control de la innovación y, por tanto, con el de las ventas de los nuevos productos que origina. Pero no debemos olvidar, guardando un merecido homenaje a Nuccio Ordine [1], que hay otra lucha alejada de las imágenes de los responsables del capitalismo extractivo y que adora al Dios mercado, que es la competencia por disponer del conocimiento científico, al que esos idólatras tienden a llamar «ciencia inútil».

Hay un ejemplo esclarecedor de lo que está pasando que ha sido oscurecido por el espejo de la mercantilización. Como ya indicaba el tercer informe sobre la Ciencia y la Tecnología de la Fundación Alternativas, ya en 2020 las cinco grandes empresas tecnológicas chinas y norteamericanas (Google Huawei, etc.) invirtieron, en un año, en el desarrollo de conocimientos (lo que se mide como I+D+i) que promueven la innovación más que toda la Unión Europea gastó en el avance de esos mismos conocimientos en su programa de ¡siete años!

Sí, las cosas han cambiado mucho en estos últimos años. Europa, y España con ella, tiene un gran reto: luchar a brazo partido para no descolgarse del proceso científico y tecnológico que hay en marcha, y que marcará nuestros próximos años.

A estas alturas del artículo, habrá lectores que pensarán: «Otro científico pidiendo dinero para la ciencia». Pues no, se trata de otra cosa. Nuestro país se enfrenta a retos muy importantes que marcarán nuestro futuro como miembro del grupo de países que delimitarán el ritmo de evolución del planeta, o iremos de comparsa/consumidor o pagafantas, no lo olvidemos.

Vicente Larraga

Sinceramente, no creo que haya ningún miembro de este gobierno que no piense que hay que financiar la ciencia. Pero es que no se trata de «dar dinero para la ciencia», se trata de entender que hay que colocar la ciencia y la innovación en el eje de todas las políticas gubernamentales y de su ejecución. Voy a indicar algunos ejemplos de estas políticas necesarias.

La digitalización, que es esencial para la adaptación de la gestión del país y sus empresas para el futuro, no es solo comprar equipos sofisticados. Es para adoptar, adaptar y mejorar los nuevos procesos y sus tecnologías, y eso requiere conocimientos propios. Asimismo, es ineludible cambiar, a la vez, los viejos conceptos administrativos imperantes en el siglo XX y todavía vigentes en el país que lastran, no solo a la ciencia, sino a toda la Administración General del Estado.

       Ya es hora de que la ciencia española entre en el siglo XXI

Hay algunas áreas en las que la ciencia y la tecnología españolas sí pueden competir y colaborar con nuestros vecinos frente a los dos gigantes. Valgan como ejemplo la biotecnología y las tecnologías aeroespaciales, con sus derivados de doble uso (civil y militar). La biotecnología nos va a ayudar a resolver problemas esenciales en las áreas de salud y en el cambio climático. En la salud, ya hemos visto su valor en la resolución de la crisis de la pandemia, que además de las muertes liquidó una industria nacional en una semana (el turismo). Para los olvidadizos, diré que otras epidemias vendrán, y hay que estar preparados con equipos de alta calidad que ya tenemos y no debemos desmantelar.

La gripe aviar que está avisando de su peligrosidad y ya se encuentra en Europa, debería servirnos de recordatorio. Pero no solo eso: la mejora en los tratamientos de enfermedades, ahora fatales, en un futuro próximo, con tratamientos ya en marcha, de mejora genética dirigida, aliviarán a nuestras sociedades. O la infección de mosquitos con bacterias que no les permitan desarrollar los virus que transportan en su aparato digestivo para infectarnos, como en el caso del mosquito Tigre y el virus del Zika, que es casi una realidad.

En el área de medio ambiente, la obtención de plantas que requieran menos de un tercio del agua que ahora y que resistan temperaturas más altas, está a nuestro alcance, técnicamente hablando. Un ejemplo más, en defensa, donde la guerra en Ucrania está siendo una fuente constante de innovaciones tecnológicas. También de avisos: Ucrania tuvo que parar una ofensiva preparada porque un civil estadounidense les negó el uso de sus satélites (E. Musk). La independencia tecnológica se hace, una vez más, imprescindible.

Volviendo a España, nada se podrá conseguir sin la nueva generación de científicos y tecnólogos formados que no se pueden reintegrar al sistema de I+D+i, porque tenemos un método de reclutamiento nada menos que del siglo XIX. Los científicos no quieren ser funcionarios, quieren un trabajo digno, bien remunerado y estable; en suma, un estatuto especial que puede ser tan rentable o más que el que disfrutan los jueces. Y necesitan, además de un laboratorio vacío, los medios para hacer su trabajo desde el primer día. El gasto español en I+D+i del 1,28% del PIB es simplemente ridículo, pero también lo es el 1,4%, objetivo del gobierno. Incluso llegar al 2% en cuatro años sería un objetivo insuficiente para poder cumplir los objetivos deseables.

Las competencias de los ministerios de Ciencia, Universidades e Innovación e Industria les habilitan para constituirse en centros de interacción con otros (Salud, Transportes, Defensa, Vivienda, etc.) en la ejecución de sus políticas. No es «dar más dinero para la ciencia y la innovación». Es entender que el futuro de España (y el suyo propio como gestores políticos) depende de esta política de poner la I+D+i en el centro de todas sus decisiones.

Señores ministros y señoras ministras, «aviven el seso y despierten», como escribió nuestro gran Jorge Manrique hace la friolera de 457 años. Tienen que ponerse a ello. Por favor, no propongan ningún «pacto de Estado». Ya he visto uno, firmado por unanimidad en el Congreso de los Diputados con pompa y fotos. Se quedó en eso: pompa y fotos. Lo que hay que hacer es poner en marcha un proyecto serio y factible. Luego llevarlo a cabo. La responsabilidad es suya. Les deseo la mejor suerte.

FUENTE: 

Vicente Larraga Rodríguez de Vera es Licenciado en Medicina y Cirugía y Licenciado y Doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid. Realizó estudios postdoctorales en la Facultad de Medicina de la Universidad Hebrea y el Instituto Weizmann de Ciencia (Israel), así como en la John´s Hopkins University de Baltimore (USA). Fue vicepresidente del CSIC, organismo donde desarrolla su carrera científica, entre 1989 y 1992; y director del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas, en el periodo 2005-2012. Pertenece a diversas sociedades científicas, entre ellas, la Academia de Ciencias de Nueva York, la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular o la Sociedad Española de Medicina Tropical y Salud Internacional.

Trabaja desde hace treinta años en el desarrollo de vacunas recombinantes frente a la infección por Leishmania infantum y en los mecanismos de protección frente al parásito en su huésped principal, el perro. En este campo ha conseguido desarrollar una vacuna de ADN recombinante frente a la leishmaniasis canina que se encuentra actualmente en Fase IV, a la espera de permiso de fabricación y comercialización a la Agencia Europea del Medicamento. Basándose en la experiencia adquirida en el desarrollo de esta vacuna frente a la leishmaniasis, el Prof. Larraga está desarrollando actualmente una vacuna de ADN sintético frente al SARS-Cov-2.

NOTAS

[1] Nuccio Ordine, La utilidad de lo inútil. Manifiesto: https://www.casadellibro.com/libro-la-utilidad-de-lo-inutil/9788415689928/2235664

3er Informe sobre la Ciencia y la Tecnología en España

Cómo reconstruir el sistema I+D+i tras la pandemia

A comienzos del 2020, fuimos testigos del inicio de una emergencia mundial sobre la cual el Informe sobre la Ciencia y la Tecnología, editado por el Laboratorio de la Fundación Alternativas, no podía mantenerse indiferente. La pandemia de COVID-19, que desde su primera expansión afectó gravemente a España, ha puesto de manifiesto no solo la debilidad de nuestras estructuras sanitarias y de investigación, sino también la falta de adaptación y diversidad de nuestra economía. Los grandes retos a los que nos enfrentamos, como el cambio climático, la digitalización o la aparición de nuevas epidemias, no podrán gestionarse de forma eficaz sin un sistema de ciencia, tecnología e innovación sólido y de alta calidad.

A lo largo de este informe, se analizan, a través de varios capítulos, la situación real de la ciencia y la innovación en nuestro país (y su comparación con otros) y las posibles vías por las que puede avanzar un desarrollo consolidado y ordenado del sistema de I+D+i, de manera que pueda, por fin, convertirse en la base de una economía menos frágil que la actual.

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