Igualdad, una lucha de un solo bando
Por María Vélez Romero
Reír, pasear, cocinar, limpiar, salir de vacaciones, abrazarse, ir a trabajar cada día, estar tristes y también contentos, ayudar al otro y dejarse ayudar… Infinidad de acciones que, sumadas, definen el modo de vida en pareja de cada cual, pero ¿son equilibradas estas acciones en la mayoría de las parejas que forman parte de la realidad social del siglo XXI?
Igualdad de cara a la galería
Reparto de tareas, igualdad y paridad son conceptos de los que se continúa hablando. ¿Se mencionan tanto que cuesta entenderlos como algo natural?, ¿o por el contrario deben sacarse a la palestra de un modo más frecuente y profundo de lo que se hace?
Tal y como afirma Natividad Hernández, coordinadora del área de psicología de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, “si mencionar estas realidades soluciona algo el problema, entonces nunca será demasiado. Todo depende de si los mensajes calan”.
No obstante, ciertos sectores de la sociedad afirman que estos mensajes son demasiado repetitivos y, en ocasiones, “exagerados y radicales” y que no por ello se solventa el problema latente de la desigualdad entre hombres y mujeres. Tal es el caso de la periodista Naomi Schaefer Riley, quien sostiene que el feminismo se ha alejado de su visión de igualdad entre mujeres y hombres, volviéndose un sistema de creencias que presenta una visión distorsionada de la realidad basada en la misandria y en una cultura de victimización de la mujer. También el periodista Steve Bannon, jefe de Asesores del presidente estadounidense Donald Trump y director de Breitbart sostuvo que el feminismo era una enfermedad como el cáncer. Y la escritora Camille Paglia criticó durante una entrevista a un grupo feminista de Estados Unidos.
Así mismo, algunos colectivos de hombres y mujeres han mostrado su desacuerdo contra el feminismo, como fue el caso de la campaña en Internet llamada «Mujeres contra el feminismo» de 2014 en reacción a la campaña «#YesAllWomen» o el “frente de hombres contra el feminismo” en Alemania. Y en 2013 el patriarca Kirill de la Iglesia ortodoxa cuestionó al feminismo argumentando que “es muy peligroso y puede destruir Rusia”.
Todos son ejemplos de aquellos sectores que esgrimen sus argumentos contra el feminismo, ahora bien, probablemente sobre lo que hay que reflexionar es acerca de los siglos de desigualdad consentida y más que visible que ha acarreado la sociedad a largo de la historia y que, aún hoy, salvando las distancias, continúa siendo una lacra. Al hilo de este tema, Natividad asegura que “muchos hombres se cansan” de que las mujeres sean “tan reiterativas”, pero es que “arrastran tanto, son tantos siglos y es tanta la desigualdad que ha habido, que quizás ahora pecan de cansinas”. Es posible que sea éste el único modo de reclamar algo imprescindible a aquellos que todavía no hayan asumido que todos somos personas y que es ésta la base de la que debemos partir. Pues, tal y como anhela la psicóloga, “ojalá dé resultado a base de cansar”.
A este respecto, la consideración del psicólogo educativo, y director de Psicología y Mente, Bertrand Regader, resulta enriquecedora. Tal y como él afirma, “la cultura no cambia de forma natural, sino gracias a las tensiones que se producen en la misma y que tienen como protagonistas a los distintos sectores, minorías y mayorías, que están en desacuerdo con un aspecto de la realidad.” De hecho, desde Psicología y Mente consideran que es fundamental hablar sobre estos temas, desde un punto de vista científico y crítico, ya que, según explica el psicólogo,
“cuando la información está disponible y a la vista de todos, es más complicado ponerse una venda en los ojos o mirar hacia otro lado.Son pequeños detalles los que van cimentando esta cultura de la igualdad entre sexos”.
¿No son acaso el diálogo y el debate dos de las mejores herramientas para llegar a alcanzar acuerdos o puntos de intereses comunes? ¿No es cierto que a través de la discusión civilizada pueden analizarse puntos mejorables de una realidad común hasta llegar a alcanzar el mayor equilibrio posible? Como explica el psicólogo, “cuando existe una situación de desigualdad estructural, es legítimo y útil que pueda ser debatida socialmente, porque esto ayuda a concienciar y por tanto a ir paliando poco a poco los desajustes que puedan existir”.
De cualquier modo, otra de las cuestiones que es sumamente importante asumir es que la realidad se tergiversa en muchas ocasiones y parece que se le otorga una u otra forma según los intereses de cada quien.
De alguna manera, lo que hay que tener claro es que “esto no es una lucha de dos bandos y que todos salen beneficiados, sobre todo en los casos de violencia de género, en los que no se trata de hombres contra mujeres, sino de personas violentas contra personas no violentas”.
Así lo expresa Natividad Hernández en un tono preocupado y con una implicación máxima en esta realidad. Ella considera que hay demasiada frivolidad sobre un tema excesivamente delicado y, en este sentido, sentencia con una opinión firme acerca de lo que se plasma sobre la igualdad de cara a la galería, pues piensa que “hay mucha publicidad en la esfera pública, pero también mucha tergiversación de la información. Falta sensibilización y no hay aún un verdadero espíritu de cambio desde la educación, desde la base, desde la familia”.
De otro lado se encuentra la opinión de Bertrand Regader, quien afirma que “desde algunos medios de comunicación se intenta hacer pedagogía, sin embargo es un cambio cultural que no va a producirse de un día para otro”.
Los valores, desde la cuna
Se habla de la esfera pública, pero, ¿y en el ámbito privado? ¿Se trata este tema lo suficiente y del modo más adecuado?
El entorno familiar es el primero con el que se tiene contacto en la vida y aquel con el que, de un modo u otro, se está siempre vinculado. Es en la familia donde se comienza a tener uso de razón, por lo que, se quiera o no, la manera en la que se relacionen nuestros semejantes entre sí y cómo dan afecto a los más pequeños, determinará la forma en la que posteriormente cada quien interactuará con aquellos le rodean y marcará su gestión de las relaciones interpersonales. Algo que en psicología se denomina teoría del apego y que puede verse reflejado en uno de los artículos de Psicología y Mente.
Por tanto, es crucial que los valores se promuevan desde la cuna, desde ese primer entorno con el que los seres humanos convivimos y en el que desarrollamos, por imitación, patrones de conducta.
En concreto, al hablar de igualdad, se ha de tener en cuenta que es éste un concepto global que implica y puede desgranarse en multitud de matices, de comportamientos precisos y cotidianos que son los que hacen que tal término sea algo apropiadamente aprehendido por un ser humano. Es el único modo en el que cada cual puede hacer suya esta realidad, sintiéndola inherente a su propia persona y no concibiendo una vida en la que reinen las diferencias sociales entre hombres y mujeres.
Ante ello, Natividad asegura que “desde luego en el terreno sexual este tema no se está tratando ni bien ni lo suficiente en la familia”.
La psicóloga hace hincapié en este aspecto, dada la importancia que puede tener para un adolescente el hecho de elegir el mejor momento y el modo en el que tiene su primera relación. Hablamos de una cuestión natural para las personas que nos hace crecer y cambiar. Si se vive de forma sana y agradable, eligiendo libremente con quién se establece este vínculo físico, se torna en una vivencia que encierra una belleza descomunal. Ahora bien, si por el contrario la primera experiencia en este sentido llega a ser traumática, puede marcar muy negativamente al sujeto en cuestión, especialmente si se trata de un adolescente. Alguien que, por su edad, aún no ha alcanzado la madurez suficiente para entender qué ha ocurrido ni probablemente disponga de las herramientas psicológicas adecuadas para manejar la situación y gestionar las emociones negativas que le provoque. En este sentido, la psicóloga considera que “los jóvenes ahora se quieren perder una etapa muy bonita de la vida, que es la infancia y la adolescencia, y enseguida quieren ser mayores, por lo que se introducen en el sexo en edades muy tempranas”. Hernández aclara no estar juzgando esta situación, pero reitera preocupada que a esas edades aún no son maduros ni tienen una personalidad forjada, “por lo que surgen muchos estereotipos, las chicas confunden celos con amor, los chicos son muy controladores a veces y es ésta una etapa en la que se ve a la mujer como el atractivo sexual que es, pero no como una compañera”.
Así mismo, la psicóloga matiza que “los cambios sociales son muy lentos y, en cuanto al reparto de las tareas, el cuidado de los hermanos pequeños o el saber hacer la comida, todavía queda mucho por hacer”.
Por su parte, Regader dice estar seguro de que este tema no se tiene lo suficientemente en cuenta en el ámbito privado, debido a que determinados roles están demasiado arraigados en la sociedad. Tal y como el psicólogo afirma, ”si no se trata lo suficiente es porque, tanto hombres como mujeres, hemos asumido nuestro rol por imitación de lo que hacían nuestros padres y madres”.
No obstante, ¿qué ocurre cuando en aquellas familias de valores más tradicionales alguien intenta cuestionarse la forma en la que en su casa se organiza la convivencia y las normas que se imponen? Según el psicólogo educativo, “cuando alguien intenta reflexionar y cuestionar estos roles tradicionales, normalmente no encuentra una respuesta positiva por parte de sus familiares, sino más bien todo lo contrario. Obtiene respuestas que priorizan en un sentido tradicionalista de los roles de género, aun cuando estos roles puedan ser injustos o discriminatorios”.
Sólo cabe esperar que, en las familias, ya en los tiempos que corren, se hable del mismo modo a niños y niñas acerca de cuestiones como el reparto de tareas, el cuidado de los hermanos pequeños, el de las personas mayores, la limpieza o la comida. Pues, recordemos que toda persona ha de desempeñar las tareas del hogar de un modo organizado y equilibrado con el resto de miembros que allí conviven. Al fin y al cabo, se trata de una comunidad en la que cada individuo suma, sea cual sea su género.