Cinco años del #MeToo, una revolución a través de un hashtag:
“Ahora se aprecia la magnitud del problema”
- En octubre de 2017, miles de personas rompían su silencio y admitían haber sido víctimas de abusos o agresiones sexuales
- El movimiento ha ayudado a que la sociedad sea más consciente del problema
7 min.“Si ha sido acosado o agredido sexualmente, escriba ‘yotambien'”. A través de este tuit, publicado por Alyssa Milano el 15 de octubre de 2017, miles de personas, la mayoría mujeres, rompían su silencio y admitían haber sido víctimas de abusos o agresiones sexuales. Ocurría pocos días después de que el New York Times destapara el escándalo del productor y magnate de Hollywood Harvey Weinstein, arrojando luz sobre la multitud de abusos y violaciones perpetradas por uno de los peces gordos de la industria cinematográfica.
Cinco años después, tras haber sido condenado a 23 años de prisión en 2020, Weinstein se enfrenta a un nuevo proceso acusado de 11 nuevos cargos por violación y abusos sexuales a cinco víctimas, y el impacto de un movimiento que nació a través de un hashtag es evidente tanto dentro como fuera de los tribunales.
“El gran público ahora aprecia la prevalencia y la magnitud del problema del acoso y las agresiones sexuales. Antes, era más bien un problema silencioso que solo conocían las mujeres y que mantenían en secreto”, expone a RTVE.es la catedrática de Derecho de la Universidad de Akron, Tracy A. Thomas. Pocos hombres, dice, comprendían el verdadero alcance del problema y qué tipos de comportamientos eran problemáticos.
El movimiento ha conseguido que haya un mayor consenso sobre la no aceptación de esas conductas que antes eran normales para muchas personas, sobre todo hombres que ejercían relaciones de poder sobre mujeres.
“Pasó de ser algo que toleramos como sociedad a algo que ya no consideramos aceptable, una gran transformación en un corto periodo de tiempo”, defiende la profesora de Derecho de la Universidad de Georgetown, Naomi Mezei. Una diferencia notable, dice, es la disposición de los fiscales a presentar cargos contra personas de alto perfil que han sido acusadas, así como la voluntad de los jurados para condenarlos. “Los jurados son gente común en los Estados Unidos y también se ven afectados por ese cambio cultural”, explica.
De hecho, en el mes del aniversario del movimiento, se sientan en el banquillo otras figuras del cine estadounidense, como los actores Kevin Spacey o Danny Masterson, ambos hombres poderosos acusados de presuntos delitos de acoso y abuso sexual. A la espera de una condena firme, los dos vieron truncadas sus carreras en la industria cinematográfica en el momento en que las víctimas lanzaron sus denuncias.
Desde el estallido del MeToo, han caído desde estrellas del mundo del deporte, con sonados casos como el entrenador del equipo de gimnasia estadounidense, Larry Nassar, hasta políticos, como el alcalde de Copenhage, Frank Jensen, pasando por altos directivos como Brian Zrzanich, exdirector de Intel.
Un tuit convirtió internet en una plataforma de denuncia
Hace cinco años, Alyssa Milano popularizaba una frase que ya había sido utilizada 10 años atrás por Tarana Burke en la red social MySpace, donde esta activista de derechos sociales iniciaba la búsqueda del “empoderamiento a través de la empatía”.
“Fue probablemente esta misma empatía, ya no solo entre víctimas, ni tampoco solo entre mujeres, la que hizo que el mensaje calara y sirviese para concienciar al resto de la sociedad“, expone a RTVE.es la directora de la facultad de Derecho de la Universidad Nebrija, Ana Quintana.
La utilización del hashtag #MeToo creaba un espacio que acabó con el miedo y la vergüenza de muchas víctimas que encontraron en las redes sociales una plataforma a su medida para volcar sus denuncias, poniendo de manifiesto que mujeres (y hombres) de todo el mundo habían sufrido situaciones similares.
“En este tipo de delitos tradicionalmente ha habido una doble victimización que ha provocado durante mucho tiempo este silencio. Internet permite el anonimato y genera rápidamente una comunidad que apoya”, expone Quintana. “De manera gradual, la víctima se siente capaz de denunciar, porque, además, la denuncia se percibe como un acto de responsabilidad”.
En las primeras 24 horas, el hashtag #MeToo se utilizó 12 millones de veces y, en poco más de una semana, se había utilizado en más de 80 países. Así, una serie de denuncias que comenzó señalando a Hollywood y al mundo del espectáculo permitió dar a conocer miles de historias anónimas y, más tarde, acabaría destapando a hombres poderosos en distintos ámbitos alrededor del globo.
Según Thomas, la importancia de que las mujeres cuenten sus historias y de la narrativa personal es algo que el feminismo defiende desde hace mucho.“En la segunda ola feminista de los años 70, los grupos de mujeres, las revistas y las reuniones se convirtieron en la principal vía para expresar el descontento y las demandas de reformas. Ahora, el lugar de reunión se ha trasladado a internet y se ha abierto el acceso”, argumenta.
Además, el hashtag ha evolucionado en distintas versiones viralizadas en países concretos, como el #balancetonporc, que animaba a denunciar a “pervertidos” en Francia, o el #cuentalo, en España, que estalló en 2018 al darse a conocer la sentencia de ‘La Manada‘.
Todos ellos permitieron a miles de personas lanzarse a hablar sobre sexismo, acoso sexual y abusos. Pero, ¿por qué las víctimas eligen internet como plataforma de denuncia?
“No quieren pasar por esa experiencia. Es horrible”
“Están expuestas a un sistema judicial que desconfía de sus reclamaciones, y que examina a las víctimas en lugar de los agresores. No es un lugar de apoyo”, argumenta Thomas. Además, dice, pocas mujeres tienen el dinero, el tiempo y la tolerancia necesarios para el “ataque”.
“Se les hace revivir esas experiencias y sentir como si fueran culpables por invitar, aceptar, o incluso inventar historias. Muchas mujeres no quieren pasar por esa experiencia. Es horrible”, defiende Mezey. Sin embargo, en una confesión en redes sociales pueden elegir qué hacer público y qué conservar en la privacidad. “La capacidad para regular cuánto compartes con los demás es un gran beneficio para muchas víctimas”.
La profesora de Derecho de la Universidad de Louisville, JoAnne Sweeny, apunta que internet se presenta como un arma de doble filo por lo que denomina el “aspecto humillante del Me Too”: si bien es un espacio para las denuncias a abusadores, también sirve a los hombres para difundir ataques a mujeres denunciantes.
Como señala Mezey, algunos hombres acusados de delitos sexuales defienden que internet hace que sea demasiado fácil culpar a los agresores, “y no digo que no existan acusaciones falsas, pero ese no es un problema social, mientras que el acoso y las agresiones sexuales generalizadas sí lo son”.
Los logros conseguidos y el camino por recorrer
Aunque la sociedad parece ir más rápido que las leyes, estos cinco años han servido para impulsar cambios en distintos países, empezando por Estados Unidos. Sweeny recuerda que, más allá de que muchos hombres poderosos hayan perdido sus trabajos, “ha habido más cambios sistémicos”, que pasan por la modificación de la ley.
Un año después de estallar el MeToo, la Corte Suprema estadounidense establecía que todo contacto corporal de tipo sexual que no fuera consentido, pasaba a ser delito de abuso y no de coacciones leves, lo que acarreaba, por lo tanto, castigos mayores. Además, algunos estados prohíben ahora el uso de acuerdos de confidencialidad para los casos de acoso sexual, que en muchas ocasiones eran utilizados por los acosadores para seguir cometiendo este delito.
Desde entonces, al otro lado del Atlántico se han impulsado leyes que protegen a las víctimas, como en Dinamarca o Grecia, donde reconocían el sexo sin consentimiento como violación. También en España, donde este año se ha aprobado la ley del “solo sí es sí”.
Para la profesora, el cambio ha sido significativo en la medida en que la sociedad ha dejado de pensar en el acoso sexual como “otra forma de interacción social irreprochable” y esto es muy significativo en cuanto a la capacidad de las mujeres puedan considerarse iguales y moverse por el mundo con confianza. “No es que hayamos cambiado radicalmente y se haya acabado, pero hemos empezado a cambiar nuestra forma de pensar”, defiende.
Sin embargo, junto con el resto de voces, coincide en que todavía quedan muchos aspectos por abordar, entre ellos, prestar más atención a las reivindicaciones de las mujeres racializadas, con menos recursos, o trabajadoras sexuales, cuyas reclamaciones se toman menos en serio “tanto cultural como legalmente”.
“Hay que actualizar las leyes relativas a la agresión y el acoso sexual y, a mayor escala, el sistema de justicia penal debe incluir una formación masiva para la policía, los fiscales, los jueces, etc. lo común que es el abuso y la mala conducta sexual y cuántos hombres la perpetran”, defiende Sweeny.
Quintana, por su parte, defiende la importancia de la educación a todos los niveles como la herramienta más eficaz para conocer la realidad de las cosas. “Educación para evitar este tipo de comportamientos y para ayudar a las víctimas a reconocer estos perfiles y lo que es un abuso en sus primeros estadios”, expone.
El aniversario del #MeToo, concluye Mezey, es un buen momento para reconocer y apreciar los muchos logros que un movimiento social puede conseguir, así como “tomárselo en serio y hacer balance del trabajo que queda por hacer”.
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