La ONU, tan útil como frustrante
Ander Gutiérrez-Solana Journoud -Profesor de Profesor Derecho Internacional Público de la EHU
- Cathedra
02/10/2025
Incumplir las expectativas creadas por una institución crea una frustración que debilita los pilares de legitimidad y efectividad que requiere. Es aún más evidente en el caso de instituciones internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), encerrada en un esquema de falsas expectativas imposibles de cumplir. Una parte importante de la ciudadanía mundial espera de la ONU que resuelva todos los problemas del mundo: acabar con las guerras, impedir el genocidio del pueblo palestino a manos de Israel, solucionar el cambio climático, consolidar un comercio mundial que acabe con la pobreza que genera, gestionar las migraciones, impulsar los Derechos Humanos, combatir el terrorismo, etc. Nada menos.

Ander Gutiérrez-Solana Journoud -Profesor de Profesor Derecho Internacional Público de la EHU
Sin embargo, la ONU no fue creada para eso. Nació en 1945, con la aprobación de la Carta de las Naciones Unidas por las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial, para evitar la Tercera, pues supondría el fin de la Humanidad. Y lo hizo con un sistema de control mutuo entre potencias bajo el axioma de prohibir la guerra entre Estados. De ahí el Consejo de Seguridad con sus miembros permanentes con derecho de veto: la plasmación jurídica de los controles mutuos entre las superpotencias del momento. Un sistema de seguridad mundial, imperfecto en su diseño, pero que ha logrado evitar, de momento, y ya van 80 años, el conflicto bélico definitivo.
Desde entonces, todos los Estados están presentes en su seno, siendo el principal foro de debate y diplomacia mundial. Por definición, esto implica muchos desencuentros, diálogos públicos, y secretos, e impulso al multilateralismo. Así, la ONU ha ido creciendo en ambición -reduciendo su autonomía, pues esta ampliación de tareas depende de los miembros en cada momento- y, con ella, las expectativas. La legítima furia contra esta organización de una parte la ciudadanía es la que explica su razón de ser: la ONU deposita un valor simbólico inigualable, la de aunar en el imaginario colectivo mundial “cómo deberían ser las cosas para ser justas”, en base a los principios por los que se guía.

Ander Gutiérrez-Solana Journoud | Foto: Egoi Markaida. EHUko Komunikazio Bulegoa.
Sin embargo, aún si se ocupa hoy de cuestiones impensables hace 80 años, la realidad es que no está diseñada para hacerlo. Ni ejerce competencia soberana alguna, ni goza de la financiación suficiente; de hecho, tiene menos presupuesto anual que el Gobierno Vasco (sirva esta injusta comparación como mero dato comparativo).
Así pues, ¿qué debe hacer en Palestina? Si el sistema funcionara a la perfección, detener el genocidio. Al igual que los Estados, tiene la obligación jurídica de prevenir y detener cualquier genocidio. Es evidente que los Estados no lo han ni intentado pero, ¿y las Naciones Unidas? Pese al veto de EE.UU., no hay ninguna institución pública, o privada, que haya hecho más en defensa del pueblo palestino. Veamos:
- La UNRWA, Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina, es la única que ha garantizado comida, sanidad o refugio. Más de 300 de sus trabajadoras han sido asesinadas por Israel (cifra superior que la suma de víctimas de la ONU en toda su historia) y aún hay otras 12.000 en Gaza haciendo lo imposible por proteger a la población civil. De ahí, la persecución a la que la somete el gobierno israelí. También ACNUR y UNICEF son indispensables.
- Francesca Albanese, Relatora especial de las Naciones Unidas sobre los territorios palestinos, se ha convertido en la voz jurídica especializada en los actos de Israel, documentando cada crimen de guerra, y sirviendo de altavoz de todo un pueblo.
- La Comisión de Investigación Independiente sobre los territorios palestinos ocupados, ha confirmado recientemente el genocidio en Gaza y el apartheid en Cisjordania y Jerusalén, en un informe con pruebas irrefutables. Mientras, han identificado las empresas que colaboran con la ilegal colonización, con la vasca CAF (defendida por Pradales) o ACS de Florentino Pérez, entre ellas.
- La Corte Internacional de Justicia, máximo tribunal de la ONU, está enjuiciando a Israel por genocidio tras la denuncia de Sudáfrica.
- Las abrumadoras mayorías por Palestina en la Asamblea General y la soledad de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad, vetando cada resolución incapaz de convencer a nadie.
No es esta una reflexión complaciente. La ONU no ha podido prevenir o detener el genocidio. Este ya se ha producido y continúa. Sólo ha logrado ofrecer ayuda a miles de víctimas, mantener la voz de Palestina viva y consolidar todo el entramado de evidencias que servirán, esperamos, para condenar a Israel, a Netanyahu y sus colaboradores.
La ONU, hoy, sufre la decepción de la falsa expectativa creada y, también, los ataques de Trump. Al tiempo, la ONU continúa su proceso de reforma. Se trata de lograr una ampliación de miembros permanentes del Consejo de Seguridad, una mayor coordinación entre agencias y buscar otras formas de financiación y de proceder.
Todo ello ante el consenso mundial de que la ONU falla, pero no tanto como nos quieren hacer creer. Y que la ONU, con toda su desesperante lentitud, si no existiera, debería crearse. La UPV/EHU universidad pública investigadora