El materialismo de la nada
Un dato a subrayar es que, a causa de las TIC, los jóvenes de USA tienen relaciones sexuales más tarde. Una generación tecnificada, un poco más triste y un poco más aislada. Sabemos que las tecnologías ofrecen una sensación abrumadora de relación pero sin compromiso, estar hablando con decenas de personas, enamorarte, incluso tener sexo en esa torre de marfil que es la pantalla, y cuando se apaga, uno sigue estando solo en su cuarto.
“Con las nuevas tecnologías de los media, como los teléfonos móviles, el objetivo de los grupos corporativos apunta a una inmersión masiva de los jóvenes en el mundo del consumo por unos caminos más directos de los que jamás habíamos visto en el pasado” (Zygmunt Bauman).
Hay gente que no está en ninguna red social. Hace poco pregunté a una mujer y me respondió que no se lo creía del todo, otro me contestó que no estaba en ninguna red porque su vida no es interesante.
La red es un escaparate donde te exiges, donde dices estar en todas partes, y sobre todo, te expones como un “ente” súper feliz y muestras con tus dedos la V de victoria abrazado a otras personas. La red sirve para mostrar que estás viviendo intensamente, y que sobre todo, que existes frente al vacío con V.
Desde hace años hemos llegado a ver gente desanimada por tener pocos likes, que no dejan de ser de personas tipo flan. Mirar el teléfono cada minuto a ver quién te ha mencionado se acerca a lo que entendemos por conducta obsesiva, pero Alain Badiou, en su último libro The True Life, comenta que hay dos tipos de jóvenes: unos, que se conforman con la casa, el piso y el perro; y otros, que están hipnotizados por el placer del presente, lo que el autor llama nihilismo inmediato, quemados por los momentos, pendientes de los likes del Instagram y, en consonancia con la atomización capitalista, indiferentes a los demás…, lo que ha llegado a denominar, en mi opinión de forma muy certera, como “el materialismo de la nada”.
Maria Jesús , opinión, interesante,
Mientras André Gorz vaticinaba la absorción de la clase media y llevaba su pensamiento a un refrán como: “esperemos que cuando le demos la vuelta a la tortilla no esté quemada”, Richard Sennet describía en su libro: “la corrosión del carácter”, como se trabajaba desde las altas esferas para acabar con la socialización. Desde el trabajo empezaron a generar individualidades, la lucha por un puesto mejor con mandos intermedios y nombres que nadie entendía pero que quedaban muy bien cuando los decías. Después vino la deslocalización y el trabajo por redes, redes que podían desmantelarse de un día para otro y no pasaba nada porque otros asumían esa misma red desde otro sitio lejano. Con la deslocalización y el trabajo en casa el control absoluto de la persona y los dispositivos informáticos, te localizan cuando y como quieran, te acosan indirectamente y te exponen a la nada.
Lo más indignante de todo esto es que la precariedad del trabajo no te deja sitio para pensar en establecerte en un sitio determinado, nada es como antes, los amigos, los vecinos, los barrios, cada vez están más cerca de ser contenedores de gente que no sabe que pasará mañana, pero que tienen muy claro que vivir sólo es lo mejor porque no sabes si te renuevan el contrato. De ahí que las relaciones sean cada vez más esporádicas, menos profundas y tengamos que oír la música de marcha para animarnos a levantarnos al día siguiente y seguir levantándonos para tener el teléfono mejor. Es así como se ha construido esa amargura que se nota en la gente a todas horas, es la corrosión del carácter de una sociedad cada vez más consumista y decrepita creada por unos pocos para unos muchos. Desgraciadamente algunos hemos dado la vuelta a la tortilla y está bastante quemada.