Los misterios de la escritura para el aprendizaje
La escritura entraña misterios aún hoy inabordables, incluso después de tantos avances científicos actuales, principalmente, en el ámbito de la neuropsicología.
Corría la década de los años sesenta y setenta cuando un gran investigador, el médico y psicólogo ruso Luria Alexander Románovich, seguidor de su inestimable amigo y maestro Vygotski, marcaba parámetros de un enorme valor para el conocimiento del funcionamiento del cerebro con relación a la conducta humana, rabiosamente actuales, que han influido y no dejan de condicionar a la neuropsicología y por ende a la práctica psicológica y pedagógica sobre el conocimiento de cómo se organizan los procesos cognitivos superiores en la corteza cerebral.
Todo comenzó con Vygotski y sus investigaciones sobre el cambio del cerebro debido al desarrollo ontogenético en la infancia y la niñez, que, Luria, posteriormente, investigando los sistemas funcionales dinámicos, esencialmente del córtex, amplió con una enorme perspectiva hacia el futuro (hoy se habla de cerebro plástico) sobre el conocimiento de cómo operan y están organizados aprendizajes tan complejos como el de la lecto-escritura.
Con respecto a la escritura, Luria, pudo observar, incluso, cómo funcionan de manera distinta en el cerebro las lenguas fonéticas de origen indoeuropeo, de otras que tienen una base ideográfica, icónica, de carácter visual, no sonoro, como ocurre con la escritura china o la maya. Esto coincide con las observaciones científicas de lingüistas actuales, ver L.J. Calvet (1996), y por supuesto, de la moderna neurología que puede contemplar al cerebro directamente mientras suceden las actividades cognitivas en lo que se conoce como neuroimágenes (Petrides y otros, 1995; Nenon y Desmond, 2001; Beesen y col., 2003 —citados por F. Cuetos, 2009—).
Un misterioso aprendizaje
He de destacar aquí algunas de los conceptos neurológicos más importantes formulados por Luria con el propósito de traer, al ámbito de la orientación, ciertas reflexiones sobre una de las conductas más sofisticadas (surgidas en la naturaleza) a través del proceso de desarrollo y evolución del ser humano, hablo, por supuesto, de la escritura, y me pararé a comentar algunos aspectos de varias de sus obras que aún, a estas alturas del recién estrenado 2013, podemos leer y sacar conclusiones realmente interesantes y prácticas.
Cuatro obras recomendables
La primera de ellas se titula: «Mundo perdido y recuperado: historia de una lesión», 2010, obra inédita en castellano hasta que se publicó por primera vez por la editorial KRK-pensamiento, es uno de los dos últimos trabajos de Luria; el otro: «Pequeño libro de una gran memoria: la mente de un menemonista», 2009, divulgado por la misma editorial. Son dos historias clínicas, memorables, para entender cómo funciona el cerebro con relación a la conducta humana, cargadas —en el relato de los dos casos—de una sensibilidad humana increíble, además de poseer gran rigor científico (hay una visión subjetiva del paciente y un seguimiento objetivo por parte de Luria) que nos deja sin aliento, como en el caso de Zasetski, y también por la claridad en la exposición de conceptos.
Los otros dos libros a los que me voy a referir son más del estilo expositivo científico, clásico; seguramente, por el año de sus ediciones en castellano, tengamos que echar mano de alguna biblioteca pública, como la BNE. «El cerebro humano y los procesos psíquicos», editorial Fontanella, 1979, [pg. 27-31] y «Conciencia y Lenguaje», 1995, editorial Visor, esta última recoge algunas de las más importantes conferencias dadas por Luria.
La escritura, un lenguaje “informático” de alto nivel
Casi todos nos hemos planteado alguna vez por qué la escritura es una técnica de base (ahora denominada en educación aprendizaje competencial) que conlleva un substrato importante de cómo funciona, a nivel superior, la mente-cerebro. A mí, personalmente, me recuerda a la imagen de un ingeniero informático diferenciando entre un lenguaje de programación de alto y bajo nivel, que operara dentro de una computadora, hardware, consiguiendo que ésta realice tareas que solo hace unas décadas nos parecerían pura magia.
Recomiendo, por sus ideas sobre modelos psicológicos, consultar, dos libros del psicólogo cognitivista norteamericano Steven Pinker, «El instinto del lenguaje: cómo crear el lenguaje de la mente», Alianza editorial, 1994,1999, y otra más reciente, en Edic. Destino: “Cómo funciona la mente”, 2011.
Un lenguaje de programación de bajo nivel, por ejemplo el «assembler», traduce a código máquina unas instrucciones casi pegado ya a la forma binaria —1 y 0— con la que funciona un ordenador, casi directamente, de modo muy elemental; mientras que un lenguaje de alto nivel, como por ejemplo «Python», ejecuta su código de programación dirigido a «objetos». Esto quiere decir, de modo simplista, que usa programas previamente diseñados para realizar tareas, en sí muy complejas —multiparadigmas—, que a su vez encierran otros y otros «objetos» programados, hasta integrar los códigos establecidos en los más bajos niveles informáticos, software, en el tratamiento de la información. En el futuro es previsible que la evolución de estos sistemas traiga sobre el planeta máquinas inimaginables en la actualidad sino es como ciencia- ficción al estilo de Isaac Asimov.
Mientras que los lenguajes de bajo nivel precisan para cualquier operación básica (por ejemplo borrar algo de la pantalla de un monitor) una ingente cantidad de código máquina —0 y 1—, los de alto nivel les basta con llamar a esos programas «objetos», y hacer que nuestra computadora ejecute tareas complejísimas, en extremo sofisticadas. Tengo la sensación de que los informáticos nos dijeran a los usuarios: «Mire usted, olvídese de lo que sucede ahí dentro y trabaje en lo que realmente le interesa: calcular, dibujar, escribir, comunicarse en una red social…». Pues, en esto hay una cierta similitud con el cerebro. Si pensamos en este órgano como la más extraordinaria y compleja computadora biológica que está por inventarse aún, la escritura, podría asimilarse con un lenguaje informático de alto nivel, sus programas-«objetos», los de bajo nivel, se habrían ido formando, lentamente, a través de la evolución y la generación de unas estructuras y sistemas cada vez más complicados a nivel neo-cortical.
Muchos investigadores, uno de ellos fue Luria, nos revelaron que la escritura es una de las conductas más complejas que existen. Encierra una infinitud de tareas y sub-tareas cuya complejidad resulta inimaginable.
Análisis neuropsicológico del proceso de la escritura
En el pasado se trató de ver las estructura psicofisiológica interna que se da al escribir como un complejo hábito motor. Se debatió si el centro de la escritura era realmente cerebral. Esto para Luria resultaban presupuestos falsos. Sus observaciones experimentales se centraron en investigar: a) sus elementos; b) ver como se perturba por lesiones del el hemisferio izquierdo en las persona de dominancia diestra.
Tres procesos:
(1).- La descomposición sonora de las palabras: para escribir una palabra oída (p.e.:dictado), o pensada (pe.: escritura productiva): (a) se descompone la corriente sonora lingüística que integran esa palabra; (b) se destacan los elementos sonoros ―fonemas—de la lengua susceptibles de ser escritos: los fonemas.