
No se habla de ello, pero el maltrato a las personas mayores existe, son muchas las formas en las que se manifiesta, los factores de riesgo son asimismo muy diversos y son más frecuentes de lo que se dice y conoce.
El maltrato a las personas mayores es aún un tema tabú, una leyenda, pues se sabe que existe, y que es frecuente. Es un tema enormemente complejo, su observación y calificación no supera las tres décadas. Los datos sobre el mismo son muy dispares y aún no existe un consenso internacional sobre su definición, ni sobre los protocolos de detección, clasificación, actuación, o seguimiento.
Desconocemos la dimensión del problema del maltrato a las personas mayores en nuestro entorno, puesto que no disponemos de estudios suficientes, ni de incidencia ni de prevalencia, lo cual nos impide tener una comprensión real del mismo porque está muy oculto. El silencio, tanto de las propias víctimas como de los profesionales y de la sociedad en general, es cómplice de los malos tratos. En nuestro entorno, la persona mayor no suele denunciar su situación a causa de su falta de información, de su capacidad limitada de comunicación, de la débil posibilidad de ser creída, y también por la desconfianza en el proceso jurídico, entre otros factores. Así pues, el paso del maltrato al buen trato no pasa por esta opción.
Este complejo tema, oculto durante décadas, está tomando protagonismo en los últimos años, propiciado por organismos internacionales, organizaciones de personas mayores, profesionales de los servicios sanitarios y sociales y responsables de las políticas sociales de los diferentes países. Prueba de ello es el impulso que Naciones Unidas a través de la OMS viene desarrollando desde 2002, con motivo de la celebración de la II Asamblea Mundial del Envejecimiento. En coordinación con este organismo, la Red Internacional para la prevención del maltrato hacia las Personas Mayores (INPEA), hace público el informe “Voces ausentes” que se ha convertido en referente para la puesta en marcha de procesos de investigación-acción en muchos países del mundo.

Según LA OMS tenemos los siguientes factores comunes del maltratador
- Parentesco con la víctima (hijos/as, esposo/a, hermano/a).
• No acepta el papel de cuidador. No asume la responsabilidad que ello conlleva.
• Depende del mayor desde el punto de vista económico.
• La vivienda es de la víctima.
• Consumidor de fármacos, alcohol o drogas.
• Antecedentes psiquiátricos o de alteración de la personalidad.
• Pobres contactos sociales.
• Renuncia a ayudas médicas/sociales de la comunidad.

Hoy es verdad que el edadismo se está reconociendo como fenómeno social cuantificable, observable, medible, discriminable… “(¿qué forma tenemos de mirar a nuestros mayores?”)
En una sociedad que se marca como meta ideal de vida los objetivos narcisistas: la adoración al cuerpo, la hipervaloración de la juventud, las personas como objeto de uso, la belleza, la energía sexual, la capacidad de trabajo superior…
Cada edad tiene su valor, su ética, su singularidad, sus pros y sus contras, pero sobrevalorar cualquier tramo de edad es un déficit en las creencias sociales falsas, en todos los sentidos.
Desde el punto de vista laboral una persona es mayor ya a los 4o y pico de años, cuando vamos camino de vivir hasta los 90 años, se le considera de menor capaz si tiene que competir por un puesto de trabajo, por ejemplo, etcétera…
Los antiguos respetaban a los mayores manifestándose honores: la palabra “senior” es un ejemplo de ello, es un relativo latino que significa “el más veterano”, los romanos singularizaron este respeto a los mayores con esa palabra y que a lo largo del tiempo se perpetúa en palabras derivadas como “senado”, “senador”, “señor”, “señorío”…, palabras que todavía usamos, pero ya bastante desligado de su significado original…
Es posible que si hacemos visible el rechazo que muchas persona tienen, socialmente, hacia las personas mayores, el edadismo será un fenómeno a controlar y extinguir, en otro caso estará ahí sin que seamos conscientes de ello.
¡Viva las personas los senior!!!!